La atleta uzbeka, Oksana Chusovitina, ha sido homenajeada a los 41 años de edad tras quedar séptima en salto, en estos Juegos Olímpicos. Terminada la prueba de salto en la que la estadounidense Simone Biles obtuvo su tercera medalla de oro, se le hizo un homenaje que nunca se había realizado en una competición a una gimnasta en actividad.
La atleta en cuestión había terminado en la séptima posición en la final de salto de potro, pero la uzbeka de 41 años Oksana Chusovitina ha recibido de igual forma un homenaje que nunca se había hecho en una competición de gimnasta. Terminada la final, que ganó la estadounidense Simone Biles, en las pantallas gigantes del Arena de Río se recordó la carrera de esta gimnasta inigualable, que ya ha podido disputar hasta siete Juegos Olímpicos, y quien ya fue campeona con el equipo de la Comunidad de Estados Independientes en Barcelona 1992, además de ser triple campeona del mundo.
Chusovitina se subió al podio de la competición y agradeció los muchos aplausos que bajaban de las gradas. Dibujó con sus manos un corazón y se fue por el túnel junto a otros rivales de la misma edad de su hijo. No fue una participación ni mucho menos testimonial ni nostálgica ya que entrar en una final olímpica no se logra fácilmente y menos presentado algún documento de identidad.
La uzbeka aspiraba a ganar esta prueba, pero las atletas que más arriesgaron lo pagaron caro, entre ellas la uzbeka. Fue una de las únicas dos personas que intentaron el salto de mayor índice de dificultad en la categoría femenina, es decir una paloma a partir de la salida en la tabla seguida de un doble mortal hacia adelante, denominado Dragulescu por el apellido de la primera gimnasta en realizarlo. No pudo controlar la inercia del giro y tuvo que dar una voltereta en el suelo al caer.
Allí se le dio la despedida a cualquier posibilidad de medalla para ella. Algo un poco mejor hizo la india Dipa Karmakar, pero en su caso aterriza siempre de espalda, por más que se levante por el impulso de la rotación.