Al día de la fecha no es noticia nueva que Twitter acordó venderse al magnate Elon Musk por nada más ni nada menos que US $44.000 millones. Pero, un mes y medio después, siguen los desacuerdos y la compra no termina de hacerse de una vez.
Desde acá, los simples mortales nos preguntamos ¿qué es lo que en realidad vale US $44.000 millones? ¿Qué es eso por lo que Musk está dispuesto a pagar una suma de dinero semejante, y que ni él parece, al momento, tener efectivamente en su bolsillo?
¿Qué pesa más? ¿La democracia y la libre expresión, como dice Elon Musk, o la información?
Musk ya lo dijo, “invertí en Twitter porque creo en su potencial para ser la plataforma de la libertad de expresión en todo el mundo y creo que la libertad de expresión es un imperativo de la sociedad para que la democracia funcione”. Se izan las banderas de la libertad de expresión y de la democracia, ¿pero para qué? Para el futuro de la civilización, afirma el CEO de Tesla.
Está bien, todos lo entendemos: sin democracia no funciona la libre expresión, sin libre expresión no hay democracia. Pero, si eso es todo lo que le importa a la persona más millonaria del planeta, ¿por qué las dudas? ¿por qué los desacuerdos?
La balanza se inclina, sin duda, para otro lado: la información. Se nos está pasando por alto algo importante y, a la vez, básico: ¿qué vendemos cuando vendemos algo? vendemos una base de datos.
En realidad, por lo que Elon Musk está dispuesto a pagar US $44.000 millones no es otra cosa que por los usuarios de Twitter. Y no hablamos de cuentas, hablamos de usuarios reales, de gente real. Ahora sí nos entendemos, y entendemos a Musk y sus reticencias, cuando, al día de la fecha, Twitter no presenta el número real de usuarios activos en la red social.
El acuerdo con Twitter no sucederá hasta que se resuelva la disputa con las cuentas de bots, cuentas falsas y spam. Así lo dejó en claro el magnate, quién no se fía del cálculo hecho público por la compañía según el cual dichas cuentas representan menos del 5% de los usuarios.
Aunque no citó la fuente, Musk comunicó, irónicamente con un tuit, que el porcentaje de cuentas falsas y de spam de Twitter llega en realidad a un 20% y que, así las cosas, las declaraciones de la compañía eran engañosas.
Elon Musk no desembolsará sus millones hasta exigir a Twitter mayor información sobre sus metodologías de prueba que respaldan ese menos de 5% de bots y cuentas falsas. Por supuesto, también se puso en marcha un análisis independiente que responda a los datos reales de Twitter.
Musk quiere pruebas, mientras que la compañía parece estar reteniendo los datos. ¿Acaso preocupa lo que el excéntrico multimillonario pueda encontrar? Tendremos que esperar para ver cómo se desenvuelven los hechos.
Se abren nuevas investigaciones, nuevas disputas y quizás se cierre alguna negociación certera. Pero lo real, más allá de todo esto, es que Twitter no es ni fue nunca rentable. Lo peor que le puede pasar a la compañía es que Elon Musk no compre. Hoy Twitter es dependiente, en todo sentido, de Elon Musk. Y hay algo que está claro para los dos bandos en disputa: el valor real está en la base de datos.
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