El boxeador Amnat Ruenrong ha sido el atleta destacado de esta jornada pero no por su actualidad en los rings de boxeo sino específicamente por su pasado, ya que el miembro de la delegación de su país había sido condenado a una pena de 15 años de prisión por asaltar a un turista.
[pullquote]Tuve una vida muy dura en mi niñez, el boxeo cambió mi vida, no voy a pensar nunca más en mi difícil pasado. Ahora sólo hago cosas buenas[/pullquote]
Si hay algún deporte que históricamente ha estado vinculado realmente con los estratos más desfavorecidos de una sociedad, es el boxeo. Algunos de los mejores boxeadores de la historia se forjaron en gimnasios muy mal llevados y malolientes, ubicados en los bajos fondos de las ciudades. Para muchos de ellos este deporte fue una manera de dejar atrás y de drenar algún pasado hostil en sus vidas.
Esta terapia milagrosa del boxeo ha servido para salir de la delincuencia y evitar un destino muy distinto e incierto. Ése es el caso del tailandés Amnat Ruenrong, que cayó ayer por KO en Río, en los cuartos de final en la categoría de peso ligero y quien sufrió una penosa travesía en su vida. Vivió su infancia sumido en la más absoluta pobreza, que lo llevó a robar a un turista, por lo cual fue condenado a quince años de prisión, una condena algo exagerada si no fuese porque Tailandia rearmó sus leyes para intentar frenar la ola de inseguridad que azotaba al país.
«Tuve una vida muy dura en mi niñez, el boxeo cambió mi vida, no voy a pensar nunca más en mi difícil pasado. Ahora sólo hago cosas buenas«, dijo Ruenrong.
Desde entonces dedicó su vida al boxeo. No le fue bien en los Juegos de Pekín 2008, pero en los Juegos Asiáticos llegó a conquistar dos medallas de oro y un bronce en la categoría del peso mosca. Había muchas dudas sobre su estado de forma pero las dejó atrás en octavos de final, al derrotar al argentino Ignacio Perrín. Para tener 36 años de edad, no estaba tan oxidado como se creía. El deporte le hizo un hombre nuevo, como él mismo ha reconocido.