Ya no existe una única forma de consumo. Con el avance y diversificación de los canales digitales, también la formas de recepción de programas de TV y otras producciones audiovisuales se modificó radicalmente. El vínculo simbiótico actual que se creó entre Twitter y Gran Hermano es uno de los ejemplos más claros.
¿Cómo influye Twitter y el resto de las redes sociales en la audiencia?
Twitter, como muchas otras redes sociales, habilita como nunca la medición casi íntima del comportamiento de los usuarios, de forma personalizada y en tiempo real.
¿Interés real o consumo irónico? ¿compromiso genuino o búsqueda de popularidad? ¿Oportunismo u oportunidad?, son las dicotomías fundamentales que emergen cuando pensamos el hilo que une la realidad con las redes sociales.
Bake Off en el año 2020, las sucesivas ediciones de Masterchef en el último tiempo y ahora, como nunca, Gran Hermano, generaron un fenómeno común: la monopolización del contenido viral y masivo en Twitter.
Para los canales de televisión, productoras de contenido o productoras de programas de TV, nada tiene más valor que la información sobre el comportamiento de la audiencia. Desde los inicios de la cultura audiovisual masiva se miden variables como el rating, el share o el reach (porcentajes de la población que ve un programa, entero o en partes, o que solo lo está sintonizando).
Pero hoy, hay juega la innovación digital y tenemos a clicks de distancia no solo las dinámicas de los televidentes, sino también las opiniones, comentarios y, fundamentalmente, sus mutuas interacciones.
Crítica y celebración, discusión y complot, aceptación y cancelación, repercusiones, memes y reproducciones se tejen en la interacción instantánea de los usuarios. Y, tal como hoy vemos que pasa con Gran Hermano, hacen de la arena de Twitter un verdadero campo de batalla.
Consumo irónico y hate-watching: el juego de la fidelización por la negativa
La hegemonía de Twitter parte de muchos factores, como la posibilidad de seguir hashtags oficiales o hacer búsqueda filtrando palabras claves de interés. Los hashtags oficiales, por ejemplo, permiten a las productoras rastrear cómo y cuándo se habla de un programa y, algo que los métodos de medición tradicional hasta ayer no podían hacer, seguir midiendo la interacción y los comportamientos horas y días después de la emisión.
El consumo irónico y el hate-watching hoy protagonizan la escena. Por un lado, se ven programas por mucho repudiables, pero con la (auto)justificación de hacerlo desde una “distancia crítica” o conciencia de saber (y de no considerar como propio) aquello que los hacen repudiables en términos éticos y humanos.
El hate-watching va un paso más allá, se ve televisión para odiar, incluso en simultáneo, en las redes sociales.
Creo que son estas dos modalidades las que ilustran bastante bien lo que hoy pasa con Gran Hermano. Los usuarios se dan cita en Twitter, para criticar, comentar, repudiar, ironizar, y todo lo demás. Se renuevan viejas discusiones, se confiesan denuncias, se alternan fanatismos.
Me niego a creer que se trate de algo espontáneo, el mundo del marketing es también, muchas veces, contaminado con jugadas sucias o, al menos, no del todo sinceras.
Este vínculo simbiótico entre Twitter y Gran hermano era, por todos, predecible, y no creo estar confundido si pienso que se ha utilizado este hecho como una ventaja competitiva y una estrategia de fidelización. Fidelización por la negativa, pero fidelización al fin.
Nota recomendada: Monetizar mi contenido: ¿Spotify o Youtube? ¿Instagram y Tik Tok? ¿O Twitch?